Vol. IV, Núm. 7, Febrero 2015

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Reseña de "La errata en el crucigrama y otros ensayos"

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Toda obra de arte genuina circunda siempre el abismo. Esta definición de Cornelius Castoriadis fundamenta el contenido de La errata en el crucigrama y otros ensayos de Antonio Durán Ruiz. La literatura, y más enfáticamente la poesía, son las artes de las que se ocupa el autor para abismarse en la meditación sobre el errático paso del hombre por el mundo. No se trata de ensayos propiamente literarios. El psicoanálisis y la filosofía priman en el curso de su interpretación y son Jacques Lacan y Martin Heidegger quienes principalmente le proporcionan las brújulas para bordear el abismo de la creación artística.

Una primera inmersión tiene lugar en el metafísico vaso de agua burilado por José Gorostiza en su poema Muerte sin fin. De esta red de cristal, Durán Ruiz se traslada al crucigrama poético que desvela a Rosario Castellanos, ese laberinto verbal que luego lo remite a "La casa de Asterión", la mansión siniestra donde Borges recluye a un monstruo cuyo monólogo cuestiona la ética de Teseo, de la misma manera que otros monstruos, engendrados por el pincel de José Luis Cuevas y la pluma de Kafka, cuestionan las convenciones occidentales sobre la belleza y desafían con sus excesos el ponderado equilibrio del arte clásico.

En derredor de esos abismos y de los monstruos que los habitan, Durán Ruiz convoca a otros personajes no menos inquietantes, como Alicia, la "niña oruga" protagonista de Lewis Carroll que se cuestiona sobre su verdadera identidad; El diablo enamorado, de Jacques Cazotte; las hadas de los cuentos infantiles y "cuatro personas cuyas vidas no merecían haber formado parte de novela alguna".

El solo título de varios de los ensayos incluidos en este libro anticipa la gravedad de los temas que Durán Ruiz aborda: "Muerte sin fin: el circundante amor de la criatura", "El cuestionamiento del monstruo", "Sol y luna en el mismo camino: estética y metafísica del mal", "La mujer y el objeto perdido", "El ser y la muerte: más allá del cautiverio imaginario". Cada poema, cada obra literaria referida, son el pretexto y punto de partida para reflexionar sobre el sentimiento de pérdida, la nostalgia humana del origen como añoranza de un país sin mapa, la repulsiva identificación del hombre en el espejo cóncavo del monstruo, la pulsión de muerte y demás miserias emocionales en que se debate el sujeto.

Una certidumbre recorre de principio a fin estas páginas: la experiencia inevitable de todo hombre, aquélla de la que se origina la expresión artística más profunda, es el vacío. El hombre tiene hambre de plenitud, está insatisfecho con su realidad y la constancia de su descontento es el arte.

Como en el poema de Rosario Castellanos, "Valium 10", del que Durán Ruiz retoma el verso que da título a sus ensayos, La errata en el crucigrama confirma nuestra radical falta de pertenencia al mundo. La presencia del hombre vuelve imperfecta la vida y no hay solución ni consuelo para nuestra soledad. No hasta que la especie humana se extinga. Sólo entonces ―ya sin ningún sujeto para leerlo― este universo que tanto nos agobia dejará de ser un crucigrama irresoluble.