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INNOVACIÓN MÁS DESARROLLO

23 de Junio de 2014 Vol. 3, No. 5

Revista Académica,
Profesional Multidisciplinaria

Periodicidad Cuatrimestral

Directora
Mtra. Lucía G. León Brandi



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Postales



José Martínez Torres
Universidad Autónoma de Chiapas



El título y, cuando lo hay, el epígrafe, llega a contar mucho en la apreciación que se haga de un libro. Como los temas desarrollados, revelan una educación -sentimental, libresca-, una situación ante la literatura. Borges reflexionó lo siguiente: "Si me fuera posible leer cualquier página actual -ésta, por ejemplo- como la leerán en el año 2000, yo sabría cómo será a literatura del año 2000".1 Y entre las cualidades de la escritora Adriana Azucena Rodríguez está la de poner título a un libro. Uno de los más acertados, aunque me gusta mucho La verdad sobre mis amigos imaginarios, es el del volumen aparecido recientemente.2 Se trata de un grupo de relatos reunidos bajo esta designación: Postales, que pinta muy bien el carácter de sus páginas, pues la postal con su brevedad te hace viajar al pasado, sobre todo si piensas en aquellas de colores, alguna pintadas a mano. Te remite quizás a un pasado menos remoto, cuando el que salía de viaje adquiría, escribía y enviaba postales a sus amigos y parentela. Aquellas tarjetas ilustradas con diversos motivos -casi siempre eran fotografías-, no podía tener la profusión de una carta, cuya redacción era más calmosa y calculada. En los sitios de reunión de todas partes, como hoteles y museos, se hacía funcionar un artefacto giratorio lleno de tarjetas coloreadas, escogías la del color menos estridente para en seguida ponerte a escribir al reverso, para en seguida poner sellos y timbres y echarla a su suerte en un buzón.



Este libro de Adriana Azucena Rodríguez además son muestra de otro talento, éste aún más notable, que es el de contar grandes historias en espacios tan pequeños como un cuarto de carta, que es el formato tradicional de las postales. En tan restringido sitio apenas cabe un apretado mensaje, más ahora en que se ha roto la paciencia de antaño con su puño y letra, olvidado la dedicación de la caligrafía en hojas leves impregnadas con discreto perfume.



Este libro está hecho con una prosa intelectiva, idioma del relato breve; aparecen analogías entre objetos disímiles, asociaciones que están a la vista pero que sólo la mirada del escritor sabe relacionar. Entre mis favoritos está el que relata una clase de papel tan absorbente que desaparece las palabras del que escribe, como cuando en La hora de todos, en alusión a Góngora, Quevedo escribe que el poeta lee un manuscrito tan oscuro que no se ve la mano que lo sostiene y acuden a escucharlo búhos y murciélagos.



También me gusta el relato "Definición de MAQUINA DEL TIEMPO. Diccionario de términos literarios (ed. 2080)", pp. 58-59; aquí se dice que una vez que fue posible viajar en el tiempo, se cambiaron "los mecanismos y hábitos del campo literario. Quien tenía los mejores vínculos con investigadores y científicos de las universidades capaces de sostener esas misiones, quien gozaba de la mejor condición física para soportar el viaje, era el estudioso que alcanzaba los mejores presupuestos".



Destaco el tono burlesco del libro, me parece que es muy apreciable porque puede uno reírse a sus anchas. En "Ars lectora", p. 60, se hace escarnio de las opiniones, diálogos y observaciones que uno mismo hizo en el pasado: "Cuando regreso a un libro que ya había marcado, es como si escuchara una conversación ajena, cuyos detalles y antecedentes desconozco aunque esté familiarizado con los interlocutores, Y después de un esfuerzo inútil, concluyo que esa conversación es estúpida".



También hay un Bestiario, pp. 63-75, con todo y su dragón, también con su hombre lobo; hay gatos, sirenas, mascotas, peluches y un toro; incluye un Ajolote literario y una Pantera de Iztapalapa, "negra como su madre, ojos amarillos de diablo y hermosa como la muerte".



No falta en estas postales la borgeana tortuga que dijo al finalizar la carrera en el primer sitio: "Todo se lo debo a mi manager y a Zenón de Elea". El último de los textos es simplemente un recado o una nota de despedida: "Godot, te estuvimos esperando".



1 Citado por Gérard Genette en "Estructuralismo y crítica literaria", en Textos de teoría y crítica literaria (del formalismo a los estudios postcoloniales). Selección de Nora Araujo y Teresa Bravo. México. UAM-Iztapalapa / Universidad de La Habana, pp. 235-255.

2 Adriana Azucena Rodríguez; Postales. Mini-Hiper-Ficciones. Editorial Fósforo / SEP / CONACULTA / INBA. Colección Narrativa. México, 2013.