El rostro del tiempo


A cada metro, a cada instante,

hemos de aprender, de olvidar,

de reconsiderar algo.

El rostro jugando con sus expresiones,

la palabra con su sentido,

la cobardía con su heroísmo,

la soledad con su tumulto,

son ese estira y encoge

en que el misterio del tiempo

nos deja su resaca,

su condición violenta de ola en calma.

Sólo la rosa ve las manos del silencio.


Palabras


Para mentir, hacer,

bendecir y callar,

no es necesario

darle vueltas al idioma.

Basta decir, olvido, conveniente,

amén, perpetuidad.


Los hombres fieles


Hombres brumosos,

de un solo amigo,

un tema,

una cantina,

un templo,

un oficio,

un ajedrez

y un techo para siempre.


(Variaciones

de una misma canción

untada al cuerpo

como el recuerdo de una mujer).


Hombres como el mar a la costa,

las piedras al camino,

que un día se van

y casi nadie lo advierte.


La fuga


He perdido un amor,

un familiar,

y el tiempo.


La vida es un continuo

andar perdiendo

lo que tuvimos

y lo que tenemos.


Es una bolsa rota

en que ponemos

las monedas, las llaves

y los sueños.


Ser solamente


Ser solamente

la inquietud de la hormiga

buscando su hormiguero

y no llevarse a cuestas el universo

sino la hojita seca,

la migaja de pan,

una esquirla del hueso de la luna.


Pausa


a Saraín Cortazar

Aún conservo los viejos pergaminos

que un día lejano fueron el motivo

por el que sembré rosas al camino.


Los conservo, ya ajados y ya fríos,

como un recuerdo que murió de viejo,

como un amor que se murió de hastío.


Aún conservo mis viejos pergaminos

hoy que el destino me tendió una pausa

y hoy que el cansancio me nubló el camino…


Y siento al verlos el deseo escondido

de volver a mirar lo que no he visto

y de volver a ser lo que no he sido.


El otro


Siempre habrá otro

que llegará después,

sorprendido o sonriente

ante el espectro de lo que se fue.


Al asomarse el sol

dará vuelta a la rueda:

la derecha a la izquierda,

la cabeza a los pies.


Dándose prisa

antes de que venga el otro

y nuevamente

ponga todo al revés.


Gestos


Voces que salen en secreto

del alma de las gentes

en la alta noche,

o a bordo de un camión,

o de un tren, a mediodía,

y que intentan decir

y no dicen, presagian,

algún sentir oculto,

un sufrimiento, una duda,

y que en su breve vida

―ráfaga de viento-

llevan la herencia

y la marca del hombre,

que siempre, con un gesto,

ha contado su historia.


El incendio


Y despertar una mañana con la novedad

de que se tienen cuarenta años

de estar viviendo, oyendo, diciendo,

tocando lo mismo,

y que éste es un magnífico pretexto

para escribir un poema largo

que diga mucho y que no diga nada,

y no escribirlo ahora ni mañana,

porque al final de cuentas el incendio

vivió en los ojos de la llamarada.


El regreso


De siete sueños

largos y solemnes,

bajé a los días

lenta, burdamente.

Traía los augurios de mi vida.

Traía los recuerdos de mi muerte.


La espera


Será breve la estancia aquí, esta noche.

Comeremos el pan bajo la tienda

de la mejor manera.

No reñirá Pedro con Juan

por cosa o por idea.

Simplemente estaremos entre amigos,

entre amigos que esperan en la tierra.


Mi casa


Con la seguridad de un condenado,

limpio mis cosas,

planto mis palabras.

Nada perturba el pulso con que escribo

ni contamina el aire en que respiro.

Soy la tranquilidad del que no espera,

el agua que no sabe del sediento.

Por eso cuando advierto que la vida

es un respiradero de la muerte,

no intento descubrir el universo

ni rescatar el oro de la tierra;

simplemente dejar establecido

que habito el día a la mitad del túnel

que conduce a la noche hasta su estrella.


Moros con tranchetes


Sin que nos demos cuenta,

hay alguien que nos mira,

que mide nuestros vicios

y nuestros pasos,

repite lo que decimos

y piensa lo que pensamos.

No está detrás de algún vidrio,

ni apostado en ninguna esquina,

pero nos bebe en su vaso

y nos orina.

Nunca nos da la cara,

pero lo garantizo:

alguien que está en el aire

nos persigue de oficio.


Cadenas


A replegarse sobre sí,

como el caracol,

el armadillo,

la noche.

Al diablo lo que fue,

los amigos,

el trago,

la dulce sinrazón.

A llevar en peso

a la mujer,

a los hijos,

a las obligaciones.

Y en ciertos sueños

levantar las baldosas,

como queriendo respirar.


Paz


De la diaria labor

salgo a las horas

liberado de luces

y estremecimientos.


No se asoman

ni el blanco sueño,

ni el rencor herido.


En la perla que corre

por mis sienes

soy evasión, relente,

cansado segador,

serena muerte.


De nosotros


Años y días eran ríos felices

desprendidos del agua,

colgados de una percha.

Las dudas, las preguntas,

tenían su reloj, su calendario,

hasta su propio camposanto.


Después obtuvimos las llaves,

los hilos. El designio

fueron las siete habitaciones

multiplicadas por tres veces siete.


Y ahora la oscuridad.

El círculo. Otras cruces.


Recién nacidos


Es curioso lo que pasa

con los muertos ilustres,

debe pasar un tiempo razonable

para que se olviden las pasiones,

se alarguen las prisas

y los méritos puedan sacarse a la luz

con serenidad y elegancia.


Es algo como el vino en sus toneles,

el turno en la peluquería.


La tierra debe ser abonada con sus huesos,

su sangre podrida,

hasta aplacar la furia de sus cabellos.


Sólo entonces alguien decretará

que merece la Rotonda de los hombres ilustres,

que pasó el examen de admisión de la fama

y que lo espera el pedestal o el mármol.


Techos de naipes


Todo quedó como después de la batalla

o de la inundación,

inútil como el llanto

después de la desgracia.


Deshechos los esquemas

que dibujó la tarde,

la casa que construyó la fantasía,

el niño recogió las alas rotas

y la muchacha los azules

desparramados por el suelo.


La mezcla de ingredientes cocinados

por la mano del ángel,

se resolvieron en estelas

de un humo gris,

en las crepitaciones de un invierno.


Rescoldos


Ignoro si en los países

altamente industrializados

aún transitan los afiladores,

si su zampoña riega por las calles

bálsamos de agua fresca y de rumores.


Si no existen

debían de importarlos,

o producirlos

ay, los planificadores


Junto a la mole gris, prefabricada,

los desniveles y los surtidores,

dejar claros al aire destinados

al tierno son de los afiladores.


El testimonio


Antes que la locura me llevara,

que la muerte me tragara,

quise dejar mi testimonio.


Y he aquí que la palabra

ya estaba dicha,

el acto consumado,

la relación comunicada.


La mirada se perdió en la tarde,

la tarde en el río,

el río en el mar.


Cuba


Hoy he visto agrandarse la pupila de un ciego.

Dilatarse soñando una ventana

para un mirar primero.


Por ella ha vuelto a entrar

la luz del pueblo

y se ha llenado toda

de un incendio.


Usos


Toda la vida está llena de errores,

escapadas inútiles,

entradas en falso.


Caemos en la trampa

de levantarnos nuevamente,

de persistir en el aprendizaje.


Se gastan las palabras con el uso,

como la piel del traje o los zapatos,

y hay que inventar otras

para decir lo mismo.


Porque el despulimento de vivir

necesita barnices.


En la casa natal


Allá en la casa de Martí, en La Habana,

existe un árbol de matilishuate

(los cubanos le dicen roble blanco)

que en este mayo estaba florecido,

abierto por el sol de la mañana.


¿Cómo se llamará este árbol en Honduras,

en el Perú, en Antigua Guatemala?

Tal vez se llame Amor en quechua o maya,

Resplandor o Esperanza en araucano.


Todo puede pasar,

los nombres vienen,

van.


Mas lo importante de la cosa es esto:

que al ver un árbol frente a mi ventana

estoy pensando en el que vi por mayo

allá en la casa de Martí, en La Habana.


Juego de pelota


Lo que no esperas llega,

lo que te preocupa no se resuelve,

el toma y daca hace sus lances

a pesar tuyo,

a pesar mío.


El borracho


La noche abrió el camino:

el borracho regresa al torpe oficio

de volver a cantar lo ya sabido.


Qué ojos lúbricos pone el exterminio

al mofarse, sin risas, de sí mismo.

Qué inoperante gira el equilibrio

alrededor de los desposeídos.

Qué natural se asoma tras los vidrios

el perfil misterioso del suicidio.


El hallazgo


al Dr. Salvador Aceves


Para qué preguntarnos

si Dios existe,

si algo de Él habita

en la tragedia breve de los días.


Mejor que hablar de Dios

es tropezarnos con un hallazgo,

con un temor, con una pesadumbre.

Mejor que hablar de Dios

-cosa muy grave-

es quedarnos mirando,

entretener un grano entre los dedos

y pensar algo sin pensar en nada.


La soledad


En lo íntimo soportaba poco a las gentes.

Busqué la soledad,

la tuve toda.

Saludé tantas veces el alba.

Solo. Completo.


Me exasperó la soledad, de pronto.

Ese silencio de los muebles rotos,

ese morirse sin estar ninguno.

Así, sin darme cuenta,

sin pensarlo,

en el saludo del cartero,

en la entrega del diario, de la leche,

en los pasos tardíos del vecino,

buscaba estar con alguien,

ser de alguno.


Hallé esposa,

tengo hijo.

No quiero nunca para ellos

la soledad.


Un cumpleaños


No puede ser la inspiración

la que me dicta

estos versos sencillos,

son cuarenta años

de mirar las aguas

muy por debajo de los lirios.


Cuántos miles de veces

algún hombre,

desde el origen,

aprendió lo mismo.

Y cuántas otras,

cuántas,

alguien delante

olvidó lo mismo.


Cuarenta años de un hombre,

viejos como la uva o como el trigo.


El naufragio


Establecida la primer sorpresa,

dejó de haber mirada,

canto jamás oído,

verbo no pronunciado,

superficie inviolada.


Ni siquiera el naufragio fue completo.

Aún nos siguen cayendo las cenizas,

las inconformidades del recuerdo,

las justificaciones del despojo.


El día


El día, el duro día, calcinaba

tus huesos y mis huesos,

era el instante, el amarillo amargo

de la piel rota, el pecho desatado.

Transparencia sin límites.

Bajo la estatua el cuerpo se agitaba,

alguien moría con los ojos abiertos

y la luz caminando por las calles

era un ciego encontrando su mirada.

Los niños

al Dr. César A. Lara


Un niño dice que las lámparas

tienen el sol por dentro,

los negros el color de las moscas,

los blancos la cara de leche.


Los niños son la voz dulce y terrible

de los antiguos oráculos.

Son los depositarios del designio.

Son el telón que se descorre

para mostrarnos nuestra ubicación,

nuestra circunstancia.

Son un eco que nos sorprende

para decirnos con una voz

salida de las piedras

y de los estómagos extraños,

que somos la caña junto al viento,

la certeza junto al azar.


Umbrales


Hay una intimidad

a la que no puede acercarse nadie,

ni el padre, ni el hijo,

ni la mujer.

Balcón al que uno mismo

teme asomarse.

Penumbra en que se roza

la piel de Dios.

Movimiento en que puede romperse

el hilo del corazón.


Fantasmas


Cuántas cosas se quedan en la pluma

que no ejercita la obra imaginada,

cuánta cosa que fue, no siendo nada,

se marchó por la luz de una mirada.

Cuántas sombras de amor,

que fueron sombras,

habitaron la casa abandonada.


Un accidente


Hoy por la mañana

frente a donde trabajo,

un albañil se rodó del andamio,

electrocutado.

Su mujer y sus hijos lloraron,

probablemente, al enterarse;

la calle se puso bulliciosa,

coloreada de gendarmes y agentes de tránsito,

llegaron vendedores de dulces y paletas heladas,

un billetero colocó varios vigésimos,

un padre advirtió a su hijo sobre ciertos peligros,

el periódico halló nota para su encabezado

y un viejo, conversación para ocho días.


Alguien comentó que la muerte no produce nada.


La espada de Damocles


¿Y en serio, vale la pena

eso que llaman estar vivo;

eso de ir en la punta de una aguja

que remienda la eternidad;

eso de estar velando al sueño

en santa espera que se rompa el hilo

y venga el sueño de verdad?


Palabras hembras


a Andrés Fábregas Roca


La enfermedad,

la pena,

la ignominia,

la ingratitud,

la esclavitud

la muerte,

la vanidad,

la sinrazón,

la queja,

la soledad,

la eternidad,

la sombra.


Pero también la aurora,

la magia,

la nostalgia.


Litoral


Como a esos negros tristes

de los puertos alegres

la vista se me ha ido

lejos de la mirada

(playa larga,

sin rastros,

mar amarga,

sin barcas).


Consuelos


Alguien me dijo que soy mal poeta,

nadie me ha dicho mejor elogio

puesto que soy la vocación

en su pureza.


Un poeta malo que sigue escribiendo

es como un misionero

terco en un evangelio

que nadie escucha,

como un perro apaleado

empeñado en comer y en dar mordiscos.


A Primo Chanona


Hoy te moriste mi buen Primo

y yo pasé frente a tu casa

con esa indiferencia de quien sabe

que tú ya estabas muerto de antemano.


Eras la cuerda floja de la vida.

El trapecio en espera de la suerte.


Quien ha vivido siempre en el vacío

sabe más de la hartura que los hartos.


Eras la voz recóndita del mudo

que se ha asomado sin querer al canto

sumergido en el fondo de sí mismo.


Tú fuiste la canción nunca cantada.

La posibilidad siempre mellada.


Nunca podré decir que has fracasado

cuando nunca soltaste tus amarras.


Sólo podré decirte estas palabras:

te quise de verdad, Primo, mi amigo,

corazón sin fulgor, llanto sin ojos.


80 años


Poco a poco he ido perdiendo

la facultad del canto.


Voy ganando la transparencia

y perdiendo el misterio.

Los años van secando el corazón,

evaporando la nube del estremecimiento.


Cuando llega la fatiga del viaje

el silencio es la mejor canción.


De la muerte


La vida es un boleto para entrar en la muerte.

Es un descanso conveniente,

un escalón propiciatorio.


Sólo los ojos azorados pueden entrar en la muerte.

Esponjarse en su gelatina,

mirar en su oscuridad.


La muerte se hizo para pensar en la vida

(brasa perdida en el brasero)

porque es muy triste no tener una historia

que pueda contarse en el invierno.


Un anticipo


De un tiempo para acá

he ido adquiriendo esta fea costumbre

de estarle haciendo versos a mis muertos;

los hago ya tan cotidianamente

que pienso que me estoy adelantando,

comiéndome la carne de mis huesos

antes de que la ronden los gusanos.


No sé, existen tantas muertes

necesarias, abiertas, esperadas,

que me entristecen sin quererlo,

como si fuera, en verdad, un cataclismo

eso que alguien se aburra, que se largue,

y nos herede sus zapatos viejos,

o su sombrero tieso,

o su perchero.


Empiezo a envejecer,

esto es lo cierto.

La penumbra, la tarde en los fogones,

nos llevan de la mano hacia el camino

que vimos una vez, quién sabe adónde.


La vejez


Un día nos sirven con el desayuno

la noticia de que una persona

dada por viva ha muerto,

o de que una ilusión deslustrada

a base de acariciarla demasiado

se ha apagado del todo.


Por la noche nos sirven la cena

al lado de la persona buscada

y ponen las flores deseadas

frente a nosotros.


Es entonces cuando advertimos

que el fuego ya no calienta como antes

y que el asombro dejó de ser nuestro huésped.

Nos recorre una sensación más desabrida

que el recuerdo de lo nunca encontrado.


Lejos del plancton de las fundaciones

crece el moho.


La arruga que nos aguarda

sale sobrando para confirmarnos

que estamos envejecidos.


Los aprestos


a Andrés Henestrosa


No acabo de escoger la pieza

que deberán tocar cuando me muera,

aún no decido si sera el vals Tuxtla,

La Martiniana, o La Zandunga.

Porque algo tienen qué tocar

los maestros marimbistas de mi tierra

en el momento de mi despedida.

Algo que nos recuerde levemente

los rostros idos, las andanzas muertas,

los riesgos que no hallaron su aventura,

la intención que no abrió nunca la puerta.


Canto a Chiapas


Chiapas es en el cosmos

lo que una flor al viento.


Es célula infinita

que sufre, llora y sangra.


Invisible universo

que vibra, ríe y canta.


Chiapas, un día lejano,

y serena y tranquila y transparente,

debió brotar del mar ebrio de espuma

o del cósmico vientre de una aurora.


…Y surgió, inadvertida

como un rezo de lluvia entre las hojas,

tenue como la brisa,

tierna como un suspiro;

pero surgió tan honda,

tan real, tan verdadera y tan eterna

como el dolor, que desde siempre riega

su trágica semilla por el mundo.


Desde entonces, Chiapas es en el cosmos

lo que una flor al viento.


Chiapas nació en mí:

con el beso primario en que mi madre

marcó el punto inicial del sentimiento.

Chiapas creció en mí:

con los primeros cuentos de mi abuelo,

en la voz de mi primer amigo,

y en la leyenda de mi primera novia.


Desde entonces, Chiapas es en mi sangre

beso, voz y leyenda.


…Y fue preciso

que el caudal de los años se rompiera

sobre mi triste vida solitaria,

como la espuma en flor, de roca en roca,

para saber que Chiapas no era sólo río,

para saber que Chiapas no era sólo estrella,

brisa, luna, marimba y sortilegio.


Para saber que a veces también era

la indescriptible esencia de una lágrima;

algo así como un grito que se apaga

y un suspiro de fe que se reprime.


(Supe que Chiapas no era sólo el insomnio de la selva

besando la palabra de los vientos

y el río llorando epopeyas

en el torrente de las horas viejas…)

Percibí en ella

una sed insaciable de nuevos horizontes,

una ansia inconfesada de compartir su vieja voz de arrullo

su triste voz

(triste como la imagen del indio

clavada entre la cruz de sus caminos).


…Mas supe también que Chiapas era

el callejón aquel donde ladraba el tiempo,

aquel olor a lluvia que cantaba

la santidad de nuestras almas niñas.


Y, supe además, que a ratos era

una fiesta en el barrio,

el aroma infinito de una ofrenda

y una marimba desafiando al aire

profanado de cohetes y campanas.


¡Chiapas!

he de volver a ti como un suspiro al viento,

como un recuerdo al alma.


He de volver a ti

como el cordero fiel de la leyenda

para ser una nota, que perdida,

vague en la soledad de tus veredas.


Para ser “uno más” entre tus redes,

tejidas con el hilo del incienso

y beber el poema de tus noches

en la leyenda azul de tus marimbas.


Y cuando viejo, solo y abatido

se aproxime el final de mi existencia,

he de besar tu tierra para siempre.

A esa bendita tierra,

que cual ella me hiciera:

con un alma de cruz

y de montaña.