Sostengo un parecido con la caña
No estoy solo en la tierra.
Un escuadrón de pájaros me advierte.
Sé lo que tuve que andar, pero lo ignoro.
Me detengo de pronto y me coloco
cediendo a los caminos mi alegría.
Escribo un paso en la mitad de un aire.
Inmóvil el bejuco se da cuenta.
Una parte de mí mismo está en la luna.
Sólo el rostro de un niño
se está triste dos veces
cuando se siembra un árbol
o se acierta la edad de un libro o de un planeta
Como el desobediente lomo de un insecto
mi mirada regresa y se me aleja.
Nosotros lo sabemos:
hay un dolor en medio de la silla
que no sabe
si sostiene un cuerpo
o apenas su madera.
Yo no dije a ninguna uva que se fuera,
ni hice llamar al higo avergonzado.
Cuando partí la leña
soportaba de veras mi palabra
como el peso de un crimen en las manos.
La lima sabe su lección y duerme.
El martillo suelta su protesta,
y alguien marcha al encuentro
de su sombra.
Echad abajo los racimos de mi culpa
y ved que tengo
un pez entretenido que me prueba
y una hoja
que no aguanta que muera
o que me vaya.
Hasta la mitad de mi cuerpo
baja un diente,
y se queda, se queda y le consiento
que calle o suene.
El tronco ha amanecido y juega
cinco brasas disminuidas
yo me estoy recogiendo su ceniza
balanceando un montón de sus canciones.
Envejecí en el llanto, pero es falso.
Reconozco la tierra y mis zapatos.
Tal vez hube tenido pánico un momento.
Ahora me divierto de mis dedos
que señalan la ruta que he tomado;
Abro mis ojos, mi pañuelo
y corro tras la risa de un venado.
¿Desde dónde
ha caído tanta lava?
La jícara recibe
gota a gota el sudor que deja un ciego;
hay algo que se guarda
como una daga en la cintura.
¡Qué importa
que nadie me llame o me recoja
como a un fruto
que acaba de morir hace media hora!
El hallazgo de un cuerno me detiene.
Una vena me cruza y otra me habla.
Sostengo un parecido con la caña.